El pasado 5 de octubre de 2021 se lanzó el último sistema operativo de escritorio de Microsoft, Windows 11. Un sistema operativo que intenta sustituir al más que apreciado Windows 10, que ha conseguido, a lo largo de los años, ganar a muchos adeptos por su estabilidad y buen desempeño, pero que también ha ganado algunos detractores, sobre todo por su gran volumen de actualizaciones. ¿Debemos actualizar a Windows 11?
Históricamente, siempre se ha dicho que hay una versión de Windows buena y otra mala. Esto parecía cumplirse, al menos a la luz de las versiones previas, aunque podríamos hablar largo y tendido de las causas por las que se creía esto.
Hagamos un breve repaso de versiones previas. Windows 95 supuso un punto de inflexión en los sistemas operativos del gigante de Redmond, trayendo mejoras a todos los niveles, no solo en el aspecto visual, sino en desempeño, la aparición del plug&play, etc. Por otro lado, Windows 98 fue un sistema operativo que no contó con el respaldo de los usuarios porque veían pocas mejoras, sobrecarga de máquina, problemas con drivers, etc. Posteriormente apareció Windows Me, también conocido como Windows Millenium, un sistema operativo que no gozó ni mucho menos con el apoyo de la comunidad. Era lento y terriblemente inestable, producía continuos pantallazos azules e hizo que muchos usuarios volvieran a Windows 98. Windows Xp supuso un revulsivo para Microsoft, con muy buenas críticas por parte de los usuarios, que disfrutaron de grandes cambios y mejoras a todos los niveles, convirtiéndolo en uno de los sistemas más usados y longevos.
Con la aparición de Windows Vista, Microsoft apostó por un rediseño del kernel (núcleo del sistema) y por una serie de cambios que no agradaron a los usuarios. El rediseño del núcleo afectó al funcionamiento de muchos dispositivos (como impresoras, escáneres, etc.) que dejaron de ser operativos en este sistema operativo. Aspectos que pretendían mejorar la seguridad del sistema fueron aborrecidos por los usuarios, que se quejaban de una mala experiencia de uso y bajo rendimiento. Con la aparición de Windows 7 todo esto desapareció, y pasó a ser uno de los sistemas operativos más aclamados por los usuarios del ecosistema de Microsoft. En realidad, Windows 7 era una mejora de Windows Vista, que solventaba algunos de los problemas más críticos y sobre todo mejoraba la integración de herramientas y de hardware.
La aparición de Windows 8 fue agridulce y supuso la vuelta de los haters de Windows. Por un lado, se introdujo la interfaz Metro y de los menús emergentes desde los laterales, que permitía un uso más efectivo en tabletas y otros dispositivos con pantalla táctil, pero que suponía un infierno para los usuarios de equipos convencionales. Además, el botón de inicio había sido eliminado (aunque se podía instalar de propio con software de terceros). Windows 8.1 fue la siguiente versión, que venía a solventar los problemas de usabilidad de su predecesor, haciendo un parcheo del sistema y devolviendo el añorado botón de inicio, además de mejorar el rendimiento, seguridad, etc.
Posteriormente apareció Windows 10, que demostró ser un muy buen sistema operativo, con un rediseño de núcleo que proporciona un mayor rendimiento, interfaz mejorada, mejoras de seguridad, etc. A todas luces un buen sistema operativo. Y ahora tenemos aquí a Windows 11, la última apuesta de Microsoft, a la que muchos han mirado recelosos desde su lanzamiento y que nos hace pensar en ¿Será esta una buena versión o se cumplirá la tendencia?
¿Debería actualizar a Windows 11? ¿Si o no?
¿Está mi máquina preparada para actualizar a Windows 11?
Antes de poder decidir si es un sistema operativo al que merezca la pena actualizar nuestra versión de Windows 10, deberemos tener claro si realmente nuestra máquina está preparada para soportarlo.
Para ello, nada mejor que revisar la documentación oficial de Microsoft, donde se listan los requisitos del sistema y que pueden verse aquí. En esta página, no solo se pueden ver los requisitos mínimos del sistema, sino que también se muestran los requisitos para algunas opciones concretas, que no son obligatorias y algunas partes que quedarán “deprecadas”, esa palabra que tanto nos gusta a los informáticos para describir lo obsoleto.
Dentro de los requisitos de actualización, más allá de los clásicos de espacio en disco, procesador, memoria RAM, y algunos otros, tendremos el módulo criptográfico o TPM (Trusted Platform Module). Este último está generando mucha polémica ya que se requiere de un TPM 2.0 para poder hacer la migración y es un componente que no todos los equipos actuales lo tienen instalado, por lo que deja fuera a gran cantidad de dispositivos.
Para hacer la comprobación de los requisitos de instalación de Windows 11, se pueden revisar manualmente, comprobando que cumple con las características que se muestran en la página web de Microsoft, o utilizando algún tipo de herramienta, como por ejemplo WhyNotWin11, un software gratuito desarrollado por la comunidad, cuyo código se puede encontrar en GitHub.
El programa se puede descargar de la sección de descargas del proyecto.
Para realizar el test, basta con descargarlo y ejecutarlo en el equipo a comprobar, y casi de inmediato se podrán ver los resultados.
En la prueba, se verán en verde aquellos requisitos que se cumplan, mientras que se verán en rojo los requisitos que no se cumplan.
Por otro lado, si todo han sido luces verdes, se mostrará una ventana emergente en la que se dice que el equipo está preparado para su migración y la ventana de tiempo en la que se podrá realizar la migración.
Ahora que tenemos claro que nuestro equipo es compatible y podemos actualizar a Windows 11, deberemos valorar distintos aspectos para saber si nos interesa migrar o no.
En nuestro caso, vamos a valorar distintos puntos, que no están ordenados por importancia, sino por el orden en el que se van descubriendo las cosas. Por esta razón se pone por delante la apariencia gráfica frente a la seguridad, siendo que todos tenemos claro que lo más importante sería la seguridad.
Los puntos que vamos a revisar son:
- Apariencia gráfica del sistema.
- Compatibilidad.
- Rendimiento.
- Estabilidad del sistema.
- Seguridad del sistema.
Apariencia grafica del sistema:
Lo primero que choca a los que acaban de actualizar a Windows 11 y lo ven por primera vez es su aspecto, ya que el interfaz gráfico de Windows 11 ha sido rediseñado por completo y ha pasado a tener una apariencia que a los usuarios de Apple les resultará francamente familiar.
En esta nueva “release” de Windows para el mercado de escritorio, Microsoft ha utilizado como modelo el interfaz gráfico del escritorio de los dispositivos de Apple, conocido como Aqua y que brinda cierta frescura al diseño del sistema operativo, pero poco más.
El propósito que esgrime el equipo de producto de Microsoft para este rediseño es, no solo estético, de hecho, tal como veremos, muchos de los cambios tienen como objetivo incrementar la productividad, eliminando distracciones y facilitando herramientas y modos de trabajo que puedan ahorrar tiempo de operación en tareas diarias.
Una funcionalidad que puede ser muy interesante y está relacionada con la apariencia del escritorio son los llamados escritorios virtuales, que nos permiten organizar distintas áreas de trabajo en función de distintos contextos, agrupando las aplicaciones en cada uno de ellos de manera estanca, lo cual nos permite por ejemplo tener un escritorio para el trabajo, con todas sus aplicaciones relativas, tener otro escritorio para el tiempo libre, otro para la familia, etc. Esto puede usarse como una de esas divisiones que intentan mejorar la productividad de los usuarios.
Un punto que a mi me parece de especial interés es el asistente para la organización del espacio. Un pequeño asistente que permite dividir la pantalla en varias zonas de trabajo, que nos permitirá, por ejemplo, tener una conferencia de Teams, mientras continuamos trabajando, para así ahorrar tiempo o al menos sacar algo más de partido de esas reuniones que tienen a robarnos más tiempo del debido.
Esta organización puede ser muy interesante, por ejemplo, para mantener abiertas una Excel en la que se van extrayendo datos útiles, que después plasmamos en un Word en forma de informe, y aun podemos dejar un pequeño espacio, para dejar un navegador en el que buscar información interesante para nuestro informe. Ojalá hubiera tenido esta organización cuando tuve que hacer el proyecto de fin de carrera.
Algunos usuarios poco satisfechos o abiertamente haters dicen que se trata de un cambio que no aporta nada significativo, que es más un asunto estético, diseñado para “molar” que, para optimizar el trabajo, y sinceramente, a mí, personalmente, aún me resulta algo incómodo trabajar en este nuevo entorno, pero se debe a la costumbre de usar los interfaces clásicos de Microsoft.
Por otro lado, hemos de decir que existen algunas formas de volver a tener un escritorio como el que nos proporcionaba Windows 10, por lo que, si no nos acostumbramos al entorno, siempre podremos volver atrás.
Compatibilidad:
Otro de los puntos más peliagudos cuando se migra un sistema operativo es la compatibilidad de aplicaciones y hardware, ya que podríamos encontrarnos con que al migrar al nuevo sistema operativo dejamos de poder usar alguna aplicación, o algún hardware que sea importante para nosotros.
En este sentido, Windows 11 es bastante continuista de Windows 10, e inicialmente, no presenta problemas de compatibilidad importantes, por no decir que no presenta ningún tiempo de problema. Soporta el mismo hardware que su predecesor y no deberíamos encontrarnos con problemas más allá de una posible ausencia del módulo TPM 2.0 en nuestro hardware. Aún así, he de decir, que he hecho pruebas con varios equipos con hardware muy distinto, y he podido instalar Windows 11 en un equipo con un módulo TPM 1.0. aunque esto no significa que se pueda instalar en todos los equipos que no cuenten con la versión 2.0.
Rendimiento:
Cuando hablamos del rendimiento de Windows 11, tenemos que partir de la comparación con su predecesor, o sea de Windows 10, y la verdad es que intentar superar a Windows 10 es un hueso duro de roer.
Hace algunos meses, justo antes del lanzamiento de Windows 11, Microsoft dedicó una campaña a hablar de las bondades de su nuevo sistema operativo y pudimos ver videos en los que se hablaba de las mejoras, que incluían entre otros la mejora en la gestión de procesos del sistema.
También tenemos una reducción de la carga en función de las aplicaciones o la descarga de memoria de aquellas aplicaciones que no están en primer plano, como por ejemplo las distintas pestañas del navegador que no tienen el foco.
Por otro lado, la forma en que se gestiona la memoria durante procesos de letargo también ha sido rediseñada, aumentando de manera notable la forma en que retoma tareas o revierte un estado de hibernación.
También se encuentran mejoras en la carga de aplicaciones, e incluso durante los procesos de instalación, al hacer una carga de los binarios directamente, tal como empezó ya hacer en las instalaciones de Windows 10, pero extrapolándolo a la gestión de todas las aplicaciones. Esto supone un ahorro notable de recursos y una reducción del tiempo de acceso a cualquier aplicación.
Por último, no podemos obviar la forma en que se tratan las comunicaciones en esta nueva versión, con mejoras que han sido desplegadas de manera simultánea en Windows 10 y Windows Server 2022.
Con todo esto, Microsoft nos dice que se disminuye en más de un 30% el uso de la memoria y una tasa similar de carga del procesador. Lo que supone una mejora notable frente a Windows 10.
Estabilidad del sistema:
Uno de los argumentos para no migrar, suele ser el de la falta de estabilidad de los sistemas en sus primeras versiones, o al menos en sus primeros meses de existencia. Siempre hay ciertos problemas derivados de la necesidad de lanzar el producto lo antes posible, y muchos de nosotros aun recordamos los problemas existentes en las primeras versiones de Windows Server 2016 o de System Center 2016, que fueron lanzados para cumplir una fecha y seguramente no cumplieron con todas las pruebas necesarias.
En este caso, esto no debería suceder lo mismo, y el porque es sencillo, desde hace algunos años, Microsoft ha establecido un sistema de pruebas de las actualizaciones similar al que se lleva haciendo bastantes años en el mundo open source, en comunidades como Debian (una distribución de GNU/Linux).
Este modelo de testeo consiste en establecer distintos niveles, llamados anillos (rings) e ir propagando las actualizaciones por niveles, haciendo que, en cada nivel, los usuarios testeen los cambios y reporten sus sensaciones con esos cambios, poniendo especialmente el foco en problemas detectados o cosas a mejorar.
De esta manera, cuando la actualización llega al siguiente nivel, todos los problemas detectados deberían estar subsanados. En este modelo se establecen 5 niveles distintos de testeo, 3 niveles dentro de Microsoft y 2 externos, en los que participan usuarios voluntarios.
Por esta razón, este sistema operativo, cuando salió al mercado ya llevaba varios meses de testeos por parte de Microsoft y la comunidad y ya tiene cierta madurez.
A esto hay que sumarle que ya lleva casi seis meses en el mercado y se han detectado y subsanado bastantes problemas y ahora es un sistema bastante maduro.
Seguridad del sistema:
Los aspectos de seguridad continúan en la línea de Windows 10 pero han sido mejorados notablemente. Y la seguridad no empieza en el software, sino que empieza en el propio hardware del equipo donde se vaya a desplegar. Se incluye la explotación del módulo TPM 2.0, que si bien, estaba presente en muchos equipos empresariales, no había sido ampliamente difundido en el mercado de consumo, y con esta nueva versión de Windows llega la obligatoriedad de usarlo. El propósito de TPM es mejorar la seguridad frente al phishing y a los ataques a contraseñas. No podemos olvidar tampoco el uso del arranque seguro basado en UEFI, que garantizará que el sistema que arranque sea 100% confiable, arrancando solo si el código está firmado por el fabricante y no encuentra cambios en el mismo. Por otro lado, también hay que tener en cuenta la seguridad de aplicaciones y ejecuciones que se realizan a través de la seguridad basada en virtualización (VBS), otra herramienta que proporciona una vuelta de tuerca en la seguridad, pero que ya se implementaba en Windows 10, aunque en esta versión logra depurar un poco la penalización que había sobre el rendimiento del sistema. Tal como paso en su predecesor, la seguridad es nativa por lo que se ha tenido en cuenta en el desarrollo del sistema operativo. Se sigue manteniendo la misma línea en el cortafuegos, el antivirus, protección de cuentas, etc., pero se ha mejorado la forma en que se puede interaccionar con ellas, simplificando su uso para usuarios con pocos conocimientos de informática. En este sistema se introducen las baseline (líneas base) que son ampliamente usadas en la industria de la seguridad. Son “capturas” del estado del sistema en un momento dado de tiempo, que permiten detectar si se ha producido algún tipo de modificación sin autorización, y en caso de producirse, se podrá determinar, que se ha cambiado, en qué momento, y que afectación tiene. Por último, debemos tener en cuenta, que, si estamos pensando en la actualización del parque de escritorio en una empresa, la actualización a Windows 11 afectará a la GPO (Políticas de Grupo) que se apliquen desde nuestro Directorio Activo, ya que siempre que se produce un cambio de sistema operativo hay cierta afectación a este respecto.
Esta afectación se debe a que cambian tecnologías subyacentes a servicios, cambian rutas, etc. Esto hace que antes de hacer una actualización masiva de los equipos en una empresa, se deba hacer una pequeña prueba piloto en la que se prueben políticas, aplicaciones, etc. Y en función del resultado se decida si es conveniente migrar todo, no migrar nada o migrar solo una parte.
Conclusiones:
Después de lo anteriormente expuesto, podríamos decir que en este momento, actualizar a Windows 11 debería presentar más ventajas que desventajas en cualquier ecosistema de equipos. Sobre todo, pensando en que el sistema operativo va a obtener mucho más esfuerzo de desarrollo y mejora a partir de la fecha de lanzamiento.
El sistema presenta grandes ventajas de rendimiento, de seguridad, e incluso, si nos adaptamos, de productividad. Y si no nos adaptamos a la forma de trabajar de este sistema gráfico, siempre podemos cambiarlo para tener una apariencia similar a la de Windows 10.